Los cinco horribles

Voy a ser sincera: ¿no os ha pasado nunca que habéis conocido a alguien de aspecto, si no desagradable, desde luego no bello pero, esa sensación ha ido cambiando a medida ibas conociéndolo? Incluso, me ha pasado a mí, que he llegado a verlo guapo y, cuando he recordado esa primera impresión, casi me ha hecho reír, por lo absurda, digo… pero la verdad es que, de hecho, me ha dado vergüenza haber sucumbido a los absurdos cánones de belleza para juzgar o, más bien, prejuzgar a una persona.

“Los cinco horribles” cometen el error de creérselo, de no ver en ellos nada más que su aspecto horrible. Claro que estamos hablando de un murciélago, una rata, un sapo, una araña y una hiena que se ríe de que el resto no sea capaz de ver más allá de su físico. Porque todos ellos saben hacer algo bien, todos tocan un instrumento o cantan, excepto el sapo, que sabe cocinar creps. Así que deciden abrir una crepería musical y, ante tanta belleza, los animales de alrededor, no podrán más que olvidarse del aspecto de esos animales y, todas la noches, se acercarán a escuchar a esta banda de cinco horribles. Y, bueno, a comerse unas creps…

“Die fürchterlichen Fünf”, lo escribió e ilustró en 1997 Wolf Erlbruch, ese magnífico autor que hizo que comenzara con este blog sobre literatura infantil. En 2001, lo publicó en castellano Editorial Juventud y también lo podéis encontrar en catalán.

¡Hasta la semana que viene!

 

Para hacer un pastel de manzana

Pablo Albo, tiene esos dos lados, uno lleno de humor absurdo que te puede hacer reír hasta llorar y otro que, muchas veces combina con el primero, lleno de ternura. Este libro que os traigo hoy estaría en el segundo grupo.

El relato de un niño contado en primera persona en el que nos describe los días que pasó cuando sus padres lo “abandonaron” al cuidado de su abuelo “para disfrutar (ellos) de unas pequeñas vacaciones”. Y, lo que, al principio no parece prometer nada (para el niño, se entiende), resulta ser toda una experiencia. Y, es que el abuelo le propone, la primera noche, hacer un pastel de manzana y, el niño, intenta poner cara de emoción…

Pero, claro, para hacer un pastel de manzana, necesitas muchos ingredientes que debes reunir, como la harina que, si no tienes, tendrás que moler con un molino movido por un viento, que tendrás que sacar de su letargo haciendo volar una cometa… por ejemplo…

Y, así, de esta forma tan tierna, nieto y abuelo van eligiendo, poco a poco, cada uno de los ingredientes para poder mezclarlos y cocinarlos al baño María en el mar durante las horas de sol.

Así que, claro, al final, no comen mucho pastel de manzana pero, el niño, comprende que “hacer un pastel de manzana solo servía para hacer un pastel de manzana. Suficiente.”

Genial historia que te deja con un muy buen sabor de boca y mejor estado de ánimo y que, en estos días de verano, os recomiendo que leáis y les leáis.

“Para hacer un pastel de manzana” lo escribió el sempiterno en este blog, Pablo Albo, lo ilustró Mariona Cabassa y, en 2009, lo publicó la editorial Edelvives.

¡Hasta la próxima semana!

71 Ovejas

Un relato absurdo (como tantos otros de Pablo Albo) en el que 71 ovejas deciden comenzar un partido de fútbol. Y solo comenzar, porque siempre surge algo que les impide continuar, como que se les encale el balón en un árbol, o intentar recuperarlo, o que llegue el lobo…

Me encantan estos relatos divertidos con animales que, en un momento, mientras no les mira el pastor, deciden hacer cosas propias de seres humanos. Sin más, se ponen de pie, eligen un árbitro (la oveja negra)  y se ponen a jugar al fútbol. En fin, si queréis pasar un buen rato, sin más, os lo recomiendo, os hará reír.

Así es, “71 Ovejas”, una risa de álbum de mano del genial Pablo Albo e ilustrado por, el también genial, Guridi y que fue publicado por la editorial Canica Books en 2016.

Vale, pues, hasta la semana que viene…

Los leones no comen pienso

Una muy divertida historia sobre Clementina quien, como sus padres no le dejan tener ni un perro ni un gato, decide llevar a casa, como mascota, un león. La niña se comporta con el animal como si de una mascota normal se tratara: lo saca a pasear, juega con él… pero, el león, se come a todas las personas que se encuentra por el camino. El final, del todo inesperado y original, es el responsable de explicar el título de este álbum.

Las ilustraciones son frescas y recuerdan, de algún modo, a las de Sempré o, incluso, a Quino, lo cual, para mí, siempre es un atractivo. Combinan, en una muy acertada estética, los dibujos en blanco y negro con unos personajes coloreados, de manera muy discreta, con tonos tierra.

El humor es absurdo y arriesgado (el león acaba comiéndose a la propia Clementina, pero no sufráis, que el final lo explica todo). En fin, me encanta descubrir álbumes con un humor inteligente como éste, os lo recomiendo.

“Les lions ne mangent pas de croquettes”, lo escribió André Bouchard en 2012. En el año 2014, lo publicó en castellano la editorial Edelvives y, aquí, en Bétera, lo podréis encontrar en su biblioteca.

¡Hasta la semana que viene!

El señor Tigre se vuelve salvaje

Me encantan los álbumes que rompen con las normas sociales y nos presentan un personaje políticamente incorrecto o incluso salvaje en contraposición de lo establecido, de lo esperado. Personajes que respetan pero, desgraciadamente, no son respetados al ser diferentes.

El señor Tigre es uno de esos. No se siente cómodo ante tanta formalidad, tanta educación, tanta pose, así que, como búsqueda de la comodidad o confortabilidad con uno mismo, empieza a hacer cosas inaceptables como, andar a cuatro patas, correr, rugir y, por fin, quitarse esa ridícula ropa que no le deja ser libre. Ante tal escándalo, sus vecinos, le invitan a abandonar la ciudad, idea que le parece magnífica al principio. Pero, pronto, la sensación de soledad le hace extrañar a sus amigos, sus lugares, su casa, por lo que decide volver. Y, una vez lo hace, observa con alegría que las cosas han empezado a cambiar y él ya no se siente mal siendo… él mismo…

Un mensaje demasiado optimista pero, bueno, ¡es un cuento!. Y por eso me encanta, porque da el mensaje de no abandones un lugar para poder ser tú mismo, simplemente, ¡selo! y, a lo mejor te das una sorpresa…

En fin, “Mr. Tiguer Goes Wild”, lo escribió Peter Brown en 2013 y lo tradujo un año después, la editorial Océano. También lo podréis encontrar en catalán traducido por la editorial Andana y en la biblioteca de Bétera. ¡Hasta la semana que viene!

El comelibros

El señor B. come todos los libros que tiene a su alcance sin hacer distinciones  entre autores o temas. Pero el problema lo tiene cuando sus camisas aparecen manchadas de letras. E intenta limpiarlas pero, cuando las tiende, las letras salen volando por encima de toda la ciudad para colarse, muchas de ellas, en la librería donde compra sus libros el último jueves de cada mes creando, así, un círculo difícil de romper.

Un auténtico devorador de libros. Una metáfora perfecta para recordar aquí, en “Ve lavándote los dientes”, el Día Internacional del Libro que, como bien sabéis, se celebró el pasado lunes, día 23.

Y resultan tiernas las ilustraciones en las que las letras vuelan y van cayendo sobre los tejados de la ciudad… invita a pensar en una democratización de la lectura… ¡bello pensamiento!

En fin, “El comelibros” lo escribió e ilustró el gran Agustín Comotto (tengo que traeros más cosas de este autor) en 2006 y, ese mismo año, lo publicó Ediciones del Eclipse. ¡Hasta la semana que viene!

Los tres lobitos y el Cochino feroz

O, como ya inicié en su día: “Desmontando un clásico II”. Esta vez, y de una manera directa y sin titubeos, el propio título ya explicita a qué cuento va a dar la vuelta.

Todos conocemos el clásico, presente en nuestras vidas, de “Los tres cerditos“. Cerdos con miedo al lobo, miedo en sus vidas, protegiéndose, preparándose para el ataque del lobo. Un mensaje de “más vale que no te fíes y que te protejas porque el día más inesperado pueden atacarte hasta en tu propia casa”. Esto sí que es terror…

Y, bueno, no es cuestión de ser imprudentes, pero creo que tampoco podemos vivir continuamente con miedo en cada paso que damos en nuestra vida. Y de eso trata el cuento que os traigo hoy. Tres lobitos salen al mundo exterior a recorrer el mundo animados por su madre. Una vez fuera, construyen su vivienda con ladrillos y, nada, comienzan a disfrutar de su independencia jugando al cróquet en el jardín. En ese momento, llega el Cochino feroz y tira la casa abajo soplando y soplando… Así que los lobitos deciden construir una casa más resistente. Y es aquí cuando empieza una sátira llevada a una extrema exageración en la que los lobitos, al final, construyen su vivienda con “barras de hierro, placas blindadas, mucho alambre, pesados candados, plexiglás y unas cadenas de acero reforzado”, todo donado por un rinoceronte “generoso y de buen corazón”. Y, aún así, el Cochino feroz tira la casa abajo dinamitándola.

Los lobitos desesperados ya no saben qué hacer hasta que, al final, rendidos, deciden construir una casa de flores que se mece con el aire de lo frágil que es. Cuando el Cochino feroz aparece, pretende tirarla abajo soplando pero, cuando inspira para tomar aire, inhala el perfume de todas las flores y… el aroma le relaja el alma… se convierte en un cerdo bonachón y se queda a vivir con los lobitos…

Lo dicho, la antítesis del clásico y una idea de calma y confianza en los demás. “The Three Little Wolves and the Big Bad Pig”, lo escribió Eugene Trivizas y lo ilustró Helen Oxenbury en 1993. En 1994, lo tradujo al castellano y al catalán Ediciones Ekaré.

No es bueno educar en el miedo, y menos en este mundo en el que vivimos, que los ánimos ya están bastante crispados y el miedo es la pólvora que alimenta la explosión. Hasta la semana que viene.

¡Mi maestra es un monstruo! (No es cierto)

Aquí estamos, con un sentimiento que todos alguna vez hemos tenido. Una persona que conocemos en un ambiente en el que ella tiene autoridad sobre nosotros y la vemos como un monstruo. Pero, si somos capaces de obviar los prejuicios, de tratar de conocer a esa persona, podemos empezar a verla de manera diferente e incluso que nuestra percepción subjetiva de ella cambie, que mejore. O no, no vamos a ser cándidos, que otras veces nos confirma lo poco equivocados que estábamos. Pero, en fin, nunca está de más poner a prueba los prejuicios que tenemos sobre la gente que acabamos de conocer.

Y esto es lo que le ocurre a Bobby con su profesora la señora Kirby. Los gritos de la maestra en el colegio hacen que el niño la vea como un monstruo. Pero un sábado se la encuentra en el parque y  una situación que al principio resulta extraña para los dos, poco a poco va cambiando a medida que se van conociendo. La imagen de la profesora que, al principio, aparece dibujada como un monstruo verde con dientes afilados y garras, poco a poco, va suavizando sus rasgos hasta convertirse en una mujer agradable… que sigue gritando en clase, sí, pero Bobby ya la ve con otros ojos.

Me pareció divertido leer esta historia la primera vez porque, ¿quién no ha tenido esta sensación con algún profesor en su infancia?. “A los maestros incomprendidos y a sus alumnos incomprendidos” reza en la dedicatoria. ¡Genial!

“My Teacher is a Monster! (No, I am not)” lo escribió e ilustró Peter Brown en 2014. Dos años después lo tradujo al castellano la Editorial Océano Travesía y, en 2017, lo hizo al valenciano Andana Editorial. En Bétera, en su biblioteca municipal, podéis encontrarlo así que lo tenéis fácil.

Bueno, pues, hasta la semana que viene.

Inventando números.

De vez en cuando caen en mis manos relatos absurdos en forma de álbumes ilustrados que invitan a una lectura rápida y alegre. Porque, generalmente, son así, relatos alegres, sin mucho sentido, con ritmo, locos… que encantan a los niños.

Y éste es el caso del álbum que traigo hoy, “Inventando números”, de Gianni Rodari. Es uno de los cuentos incluidos en el libro “Cuentos por teléfono” en el que un hombre, por razones de trabajo, tiene que estar fuera de casa seis días a la semana y todas las noches llama a su hija por teléfono para contarle un cuento antes de irse a la cama.  Y ésta es una de las llamadas que le hace. Padre e hija juegan por teléfono a inventar números y, en medio de la locura, alguna frase razonable, que nos hace poner los pies en tierra y que queda.

Kalandraka es la editorial responsable de esta belleza de edición donde las ilustraciones corren a cargo de Alessandro Sanna. Y da gusto como artista y escritor se funden, pese a la diferencia en el tiempo, para crear una unidad. Los dibujos proporcionan el dinamismo que requiere la lectura además de ser altamente originales. Con números creados a partir de pinceladas de color va componiendo las imágenes que, a veces, rompe con un fragmento de alguna fotografía.

“A inventare i numeri” lo escribió Gianni Rodari en 1962 y la editoral Kalandraka acaba de reeditarlo, ahora, en 2018, en castellano, catalán, euskera y gallego. Pero merecería la pena leerlo en italiano para disfrutar de la rima, así que, por eso, os dejo este enlace a una lectura del libro en su idioma original. Que lo disfrutéis y hasta la semana que viene.

La caricia de la mariposa

Hoy os traigo un libro muy especial por varios motivos pero, el principal, es que mi padre murió hace dos semanas. Bueno, en realidad, en estos momentos, mientras escribo, hace pocos días que ya no está, pero, como suelo programar las publicaciones en este blog, decidí, por cuestiones personales, también hacerlo con esta entrada. Simplemente, hoy tengo la necesidad de escribir pero vosotros lo leeréis el día 12 de enero: hoy. Curioso juego con el tiempo y las palabras…

Y, bueno, uno de los muchos sentimientos que he podido sufrir estos días ha sido el intentar canalizar los de mis hijos de la manera que mejor he podido en medio de todo el dolor. Hace mucho tiempo leí “La Caricia de la mariposa”, de Christian Voltz, de quien ya os he hablado en otras ocasiones. Me pareció un libro hermoso, dulce, con la estética típica de este autor y aunque, en aquel momento, la muerte estaba todavía lejos de mi familia, no pude evitar comprarlo: tanta belleza y el miedo a que dejara de editarse fue lo que me decidió a llevarlo a casa, junto al resto de cuentos, a la espera de que me fuera útil. Porque, un libro así, solo se puede percibir, sentir, apreciar, entender en estos momentos y solo en estos.

Un abuelo comparte su afición por la huerta con su nieto quien, en un momento determinado, le pregunta dónde está su abuela. El abuelo, le explica que hay quien piensa que está bajo tierra, que otros dicen que está entre las nubes… pero, él sabe que no está lejos, que sigue en el jardín, ayudándole o, simplemente, estando junto a él.

La figura de la abuela es un dibujo de color azul que la convierte en invisible al lado de las composiciones tan originales y características del resto de los personajes, y aparece en todo momento junto a una mariposa de la cual solo parece darse cuenta de su presencia el niño.

Nunca había estado tan cerca de unos niños ante la pérdida de su primer ser querido como, lógicamente, lo he estado estos días de mis hijos. He podido apreciar, como los niños no perciben la muerte de igual manera a todas las edades. Yo creo que (sin poder generalizar) a los 5 o 6 años, que es la edad a la que va dirigida este cuento, el sentimiento de tristeza es mucho más liviano y, además, es intermitente. Hay súbitos momentos en que son conscientes de la pérdida, como si algo les obligase por unos instantes a tomar contacto con la realidad. Momentos efímeros o, al menos, menos duraderos que a edades posteriores. Pero sufren y, al igual que el resto, se preguntan por qué ha ocurrido y dónde está la persona querida.

En mi familia siempre hemos tenido la sensación de que nuestros muertos no andaban muy lejos. Mi madre es la que (con su infinita fortaleza) siempre se ha encargado de transmitirnos esa tranquilidad, ese recuerdo del ser querido que lo hace presente en todo momento, reconfortando el sentimiento de añoranza. Por eso, cuando este libro cayó en mis manos, me emocionó y, el otro día, lo rescaté de la estantería y se lo leí a mi hija de 6 años para que no fuera tanto su dolor en esos momentos de realidad.

“La caresse du papillon” lo escribió, como he dicho antes, el artista Christian Voltz, en 2005 y lo publicó, en castellano, Kalandraka Ediciones en 2008.

Soy consciente de lo personal que puede resultar esta entrada pero, a veces, para los adultos, escribir resulta catártico y, esta vez, me lo he permitido. Sirva, además, como homenaje a un hombre honesto, bondadoso, familiar… a mi padre…

Hasta la semana que viene…