El vecino lee un libro

Sea para celebrar el día del libro del pasado martes que os traigo hoy este genial álbum en el que un hombre, aislado en la paz de su apartamento, trata de leer un libro. Su vecina, una niña decididamente ruidosa, de manera involuntaria, le irá interrumpiendo la lectura una y otra vez. El hombre, trata de que cese en su ruído pero sin ningún éxito, hasta que al final encuentra la solución: le regala un libro a la niña que, inmediatamente, comienza a leer consiguiendo así el tan ansiado silencio. A partir de entonces, el entendimiento hace que compartan algo más que la lectura y salgan juntos de paseo por la ciudad porque no todo en esta vida son los libros, ¿no?

El texto resulta sencillo y muy rítmico y está acompañado de unas magníficas ilustraciones frescas y sumamente expresivas que, a veces, se combinan con detalles de imágenes reales, como la gorra tan característica del hombre o el taburete o la silla sobre los que se sientan ambos para leer.

Y es curioso como el problema se plantea a lo largo del libro como si lo estuviera contando el hastiado personaje pero, el título, nos dice todo lo contrario: es la niña la que nos da su punto de vista al describirnos a ese vecino tan raro y malhumorado que no le deja jugar en paz y en todo momento le exige silencio.

Pues, nada, magnífico y recomendable, “Buur man leest een boek”, lo escribió e ilustró Koen Van Biesen en 2012 y un año después, en castellano y en catalán, lo publicó la editorial Tramuntana.

¿Dónde perdió Luna la risa?

La primera vez que lo leí, me quedé impactada porque era la primera vez que encontraba este tema en un libro dirigido a los niños. Un niña triste, que no ríe por nada… pero es su hermano el que se preocupa, no entiende porque su hermana no tiene la sonrisa en la cara, y parte a buscar la risa de Luna porque quiere encontrarla.

Un tema tan serio tratado con ternura y a través del hemano para explicar a los niños que ellos también pueden estar tristes. Y pocas cosas hay más duras que ver a un niño triste, que no ríe por nada… pero, ocurre, y tienen que entenderlo como parte de la vida, pero también hay que ayudarles a salir de la tristeza…

En fin, “¿Onde perdeu Lúa a risa?” lo escribió en gallego Miriam Sánchez Moreiras y lo ilustró Federico Fernández Alonso en 2001. Ese mismo año, lo tradujo al castellano la misma Miriam y Kalandraka Editora se encargó de publicarlo.

¡Hasta la semana que viene!

Yo mataré monstruos por ti

Uno de los más tiernos para tratar el miedo en los niños. El miedo a la oscuridad, con los monstruos que se les aparecen noche tras noche. Miedos transferibles a la vida, al día a día y que el padre de Martina siempre le dice que cuanto más se crezca ella, más pequeños se harán los miedos pero que, en todo caso, siempre estará él para matar monstruos por ella.

Sin embargo, Martina, teme ese mundo paralelo que existe como un reflejo nuestro, lleno de monstruos. De hecho, cada uno de nosotros, piensa la niña, tiene su propio monstruo que en cualquier momento puede extender el brazo y agarrarnos como en nuestras peores pesadillas. Y el monstruo de Martina es Anitram, que tiene miedo a los humanos. De hecho, a los pies de su cama vive su humana, y la oye saltar y teme que un día extienda su brazo y la lleve a su mundo… Y su padre le dice lo mismo, que el miedo se hace pequeño si te enfrentas a él… y ella se tranquiliza… las dos niñas, la monstrua y la niña se relajan y dejan caer, sin darse cuenta, el brazo fuera de la cama… y las dos manos se encuentran, se conocen y se cogen cada noche a partir de entonces, porque las dos entienden que el conocerse ha sido la mejor manera de vencer su miedo…

Vencer el miedo conociéndolo y entendiéndolo. Sí, siempre tendrán a sus progenitores pero, lo cierto es que no es necesario matar a nadie, ¿no es así? ¡Magnífico!

“Yo mataré monstruos por ti” lo escribió el cantante y escritor, Santi Balmes con la ilustraciones de Lyona y su publicación corrió a cargo de la editorial Principal de los Libros en 2011.

¡Hasta la semana que viene!

Moncho y la mancha

Y he aquí el segundo álbum para trabajar la autoestima del artista, de la persona creativa. Moncho ha dibujado algo antes de dormirse, una mancha que, al despertarse, no sabe qué es. Así que sale a preguntar por ahí, a ver si alguien le da alguna idea. Todos dan su opinión e incluso algunos critican su trabajo de tal forma que hacen entristecer al niño. Al final de su búqueda, y como con una palpitación, Moncho descubre que lo que ha dibujado es una vaca. Y no importa lo que la gente diga de él, no importa que la gente diga que pinta manchas, porque él sabe que pinta vacas, y eso es suficiente…

Me recuerda a lo que muchos artistas habrán tenido que soportar de críticos (y todos llevamos a uno dentro) que, sin tener ni idea de qué hablan, se atreven a opinar (también llevamos a un Miguel Ángel dentro) o a decir, cuando oyen una música, que eso es solo ruido… En fin, no me atrevería a juzgar algo que desconozco.

Y esto lo aprendí ya hace mucho tiempo, hace ya muchos, muchos años, en una exposición de una artista muy conocido donde se podía recorrer su trabajo desde el boceto; desde la nota en una hoja tomada del natural, hasta la abstracción de esta que acababa siendo un cuadro incomprensible de líneas y colores… agradable pero, para mí, incomprensible. Aquel día entendí que esta gente sabe dibujar, solo que no tienen la necesidad (y sobre todo no tienen la obligación) de demostrárnoslo: simplemente pintan lo que sienten, como Moncho. Una exposición didáctica sin saberlo, seguramente, el artista.

“Moncho e a mancha”, lo escribió originalmente en gallego, Kiko Dasilva en 2001. Las ilustraciones, de él mismo, son figuras modeladas en una pasta blanca a la que después dio color resultando del todo originales y atractivas. En octubre de 2002 la editorial Kalandraka lo publicó y lo tradujo a las restantes lenguas de la península poniéndonos fácil y cómodo el poder disfrutarlo.

Por cierto, que varios cuadros de aquel artista (bueno, láminas, que mi economía no me permite un original) cuelgan ahora en mi casa: con la comprensión vino la apertura de mente… ¡Hasta la semana que viene!