Una vida cualquiera

Acaba de terminar JALEO ’18 (Jornadas de animación a la lectura, escritura y observación) y, bueno, como siempre, vosotros me leeréis unos días después de que yo escriba estas palabras. Han sido unos días de muchísima información que, ahora, debo dejar que sedimente e, imagino que, poco a poco, irá organizándose.

De todas formas, no pretendo hacer un análisis por aquí de lo que han supuesto para mí, no creo que sea el espacio adecuado. Sin embargo, hace unas semanas que os quería hablar de este libro y, como Jutta Bauer, que es quien lo ilustró, ha sido una de las ponentes y talleristas en estas jornadas, pensé que hoy (el día en que me leéis, no en el que escribo… sigo con la misma pelea espacio-temporal de hace unos meses) podría ser el día adecuado.

Pero es que, además, si ha habido algún mensaje que ha estado flotando a lo largo de todas la ponencias de JALEO ha sido más bien una pregunta: ¿debemos camuflar, esconder, los aspectos, el lado más feo de la vida a los niños? Y esta misma pregunta llevo yo años haciéndomela y, tal vez, por eso, es por lo que en mi casa hay libros infantiles muy diferentes, algunos hasta políticamente incorrectos…

Y, la alegría ha sido ver estos días que hay mucha más gente que opina que no, que no hay que ocultarla. Hay que explicarla porque está ahí, y ellos la ven, y preguntan, y quieren entender porque, si no, volverán a preguntar.

“Una vida cualquiera” nos muestra eso, una vida cualquiera, una vida que de manera natural, real, acaba en el caos, en la catástrofe, en la soledad, en la perdición… Un hombre normal, con una vida normal, con una familia normal, de pronto, y de manera paulatina va perdiéndolo todo. Comienza con la mujer, seguido del trabajo y, al final, la casa… y se convierte en un sin hogar.

Sin metáforas, sin eufemismos, con un texto largo para poder explicar clara y fácilmente al niño esta difícil situación, “Una vida cualquiera” se convierte en un texto, posiblemente, algo duro, algo directo para los niños pero, sinceramente, pienso que hay ciertos temas que hay que abordarlos así. No hay nada en todo el libro que pueda resultar hiriente o que no puedan entender, simplemente se presenta sin tapujos y, eso, es de agradecer…

Al final del libro, además, unas personas sin hogar, contestaron a unas preguntas planteadas por escolares pero que, seguramente, les hubiéramos hecho los adultos también.

Muy, muy recomendable, de verdad, para educar en la empatía y aprender a ver y entender este mundo, con sus cosas buenas pero, también, las malas, que las hay y es inútil esconderlas.

“Ein mittelschönes Leben”, lo escribió Kirsten Boie y, bueno, ya he encontrado a la autora que podría encargarse del libro ese que voy buscando sobre el hostigamiento en la infancia. Y ya puestos, por qué no, le encargaría a Jutta Bauer que lo ilustrara, que nos diera su visión con sus ilustraciones siempre independientes y libres de prejuicios… por soñar…

Esta maravilla que os he traido hoy, se publicó por primera vez en Alemania en 2011 y Lóguez Ediciones lo tradujo y publicó para España en 2013.

No os lo perdáis. ¡Hasta la semana que viene!

Pájaros en la cabeza

En la dedicatoria de este álbum pone: “A mis hijos Antoine y Violeta y a los adultos que aprenden de los niños”. Y sí, definitivamente, este libro está dedicado también a mí. Incluso, diría que, últimamente, ya solo aprendo de ellos, que, cuando menos, es más divertido…

En “Pájaros en la cabeza”, una niña comienza a hacer preguntas a su maestra que aparenta estar bastante cansada de esos sinsentidos tan propios de los niños… bueno, esta mujer parece estar cansada de la vida… y no sabe bien qué contestar cuando la niña le dice:

-Si lo que siento es muy grande, ¿puedo salirme de la línea?

Bonito, ¿eh?… da qué pensar…

En fin, y por eso, Sofía (así se llama la niña. ¡Genial!, ¿no?), antes de salir al patio, le regala uno de los pájaros que su maestra dice que tiene en la cabeza…

“Pájaros en la cabeza” lo escribió e ilustró Rocío Araya en 2016 y ese mismo año lo publicó la editorial Litera.

¡Ah!, y yo sí miro por la ventanilla del avión cuando viajo que, si no, siento que me pierdo algo. ¡Hasta la semana que viene!

71 Ovejas

Un relato absurdo (como tantos otros de Pablo Albo) en el que 71 ovejas deciden comenzar un partido de fútbol. Y solo comenzar, porque siempre surge algo que les impide continuar, como que se les encale el balón en un árbol, o intentar recuperarlo, o que llegue el lobo…

Me encantan estos relatos divertidos con animales que, en un momento, mientras no les mira el pastor, deciden hacer cosas propias de seres humanos. Sin más, se ponen de pie, eligen un árbitro (la oveja negra)  y se ponen a jugar al fútbol. En fin, si queréis pasar un buen rato, sin más, os lo recomiendo, os hará reír.

Así es, “71 Ovejas”, una risa de álbum de mano del genial Pablo Albo e ilustrado por, el también genial, Guridi y que fue publicado por la editorial Canica Books en 2016.

Vale, pues, hasta la semana que viene…

El jardín subterráneo

El autor de este álbum nos cuenta en su contraportada que, cuando estudiaba arte en Nueva York, conoció a un conserje llamado Moss que limpiaba el túnel del tren. Cuando le invitó a su casa, pudo ver que la tenía llena de libros, dibujos y un piano con el que componía música en su tiempo libre. Asombrado por lo que vio y convencido de que, si Moss encontrase una boca de ventilación, plantaría un árbol, esta anécdota le sirvió como inspiración para escribir “El jardín subterráneo”.

Así que, sí, Moss es un limpiador de una estación de metro y, un día, se da cuenta junto a los pasajeros que esperan en el andén de que, desde el túnel, llega un soplo pestilente. A partir de entonces, cada noche, dedica parte de su jornada laboral a ir limpiando el túnel. Un día, descubre una boca de ventilación por la que se filtra un poco de luz de la calle, así que decide plantar un árbol creando así un jardín secreto subterráneo. Lo que no sabe (o sí) el señor Moss es que, al crecer, el árbol saca sus ramas hacia el exterior. La gente de la calle, asombrada por ese árbol que sale de la boca del metro, decide arrancar el asfalto que lo rodea y plantar, en lugar de él, más plantas y árboles que conformarán, a partir de entonces, un jardín urbano para todos los vecinos.

Hermoso mensaje el de este libro. Nunca debemos subestimar el poder de hacer bien un trabajo por poca importancia que parezca tener porque, desde él, podemos cambiar el mundo. ¡Me encanta! Es mi filosofía de vida…

“El jardín subterráneo”, lo escribió Cho Sunkyung en 2005 y lo publicó en castellano Thule Ediciones. En Bétera, lo podréis encontrar en la biblioteca municipal.

Os lo recomiendo, de verdad… ¡Hasta la semana que viene!