El sultán y los ratones

Un cuento en cadena, un cuento circular, un cuento con repeticiones de las mismas frases en cada página creando uno de esos ritmos tan atractivos para los niños.

Un sultán que tiene el palacio lleno de ratones y esto le crea un problema dado que lo que más le gusta a este sultán es el queso. Así que manda reunirse a sus consejereos para que hallen una solución, y estos deciden llenar el palacio de gatos. Pero los gatos arañan al sultán, así que llevan perros. Pero lo perros ensucian el palacio, así que se desharán de ellos con unos leones… y, de estos… bueno, con unos elefantes que ocupan todo el palacio… y, ¿cómo deshacerse de unos elefantes? Sí, con unos ratones…

Ilustraciones muy curiosas creadas a partir de un collage con elementos de lo más variados y que invitan a detenerte en cada página para descubrir de qué objetos se ha servido la artista para crear a uno y otro personaje. Muy interesante, sí, texto y láminas.

Basado en un cuento poular árabe, Joan de Boer, escribió en 2005 de esta manera tan acertada “El sultà i els ratolins” y, de esta manera también, Txell Darné lo ilustró. Ese mismo año, OQO Editora se encargó de publicarlo, también, en castellano.

¡Hasta la semana que viene!

Buenas noches, Gorila

Ya os traje hace algún tiempo, de esta misma autora, “El oficial Correa y Gloria” y os hice, entonces, la promesa de traeros más cosas de ella. Pues bien, “Buenas noches, Gorila” está escrito para los más pequeños de entre los pequeños. Un guarda de un zoo que, cada noche, antes de cerrarlo, pasea por él visitando cada jaula y dando las buenas noches a cada uno de los animales que allí viven. Y no es consciente de que, detrás de él, el gorila, que le ha robado las llaves, va abriendo cada una de las rejas y los animales comienzan a seguir, sigilosamente y en silencio al guarda, quien acaba entrando en su casa y por fin en su dormitorio con todo el zoológico tras él. Una vez apaga la luz, es su mujer, acostada a su lado, la que se da cuenta y acompaña de nuevo a los animales hasta su jaula. Pero, Gorila, como un niño travieso incapaz de dormir solo, le vuelve a seguir hasta su casa y se cobija entre las sábanas del matrimonio.

Tierna esta metáfora de lo que todos los padres hemos tenido en nuestra casa alguna vez, si no el zoológico al completo (que también), sí un gorila que, una y otra vez, se mete en nuestra cama dando un nuevo significado a la cama de matrimonio.

Con los detalles propios de esta ilustradora que hacen que puedas pasarte largo tiempo mirando una misma página: los juguetes que aparecen en cada jaula, el personaje del ratón que pudes ir siguiendo a lo largo de todo el libro… En fin, divertido y tierno para contar.

“Goodnight, Gorilla”, lo escribió e ilustró Peggy Rathmann en 1994 y en 2010 lo tradujo al español Ediciones Ekaré.

¡Hasta la semana que viene!

Bolsillo

Entiendo que, a lo mejor, no es este el fondo de este álbum que os traigo hoy pero resulta, esperanzador, tranquilizador, amable, tierno pensar que fuera así. Un abuelo que han perdido, y una familia que se inquieta y comienza a buscar. Hasta que la madre, vestida con su batín, mete la mano en el bolsillo y, después de mucho rebuscar, saca a la abuela. Tamaña es la sorpresa cuando sacan a la mujer que creían que había fallecido, pero bueno, andan en otros menesteres y, la misma abuela, recién sacada de allí, mete la mano, de nuevo en el bolsillo para buscar a su marido que cree ella que lo “lo venía oyendo”. Y, claro, saca de todo (al más puro estilo de Pablo Albo), pero, al final, empiezan a salir partes del abuelo: un botón, la dentadura, su sombrero, las gafas… Partes que montan para volver a tener entre ellos al abuelo. Y cuando su hijo quiere llevarlo al médico para dejarlo en observación, la abuela protesta: ¡solo faltaba eso después de tanto tiempo sin verse! Y se van a pasear al parque…

¡Qué maravilloso sería poder hacer esto! Metes la mano en el bolsillo y sacas a un ser querido que ha desaparecido de tu vida… en esos bolsillos que, al menos a mí, con la edad, se me llenan de cosas de lo más peregrinas y que muchas veces olvido allí dentro. ¡Qué mágico y maravilloso sería!…

En fin, suspiro ante tanta belleza, ternura y al mismo tiempo sencillez de “Bolsillo”, este pequeño libro que escribió Pablo Albo (ya sabéis que es mi preferido) y lo ilustró Lucía Serrano. En 2011, lo publicó la editorial República Kukudrulu.

¡Hasta la semana que viene!

Antes de acostarte

Tuve en mis manos el otro día una adaptación para niños de un clásico, ilustrado por este autor y, rápidamente, lo reconocí y me acordé de las historias de Bruna, esa niña que, bueno, es una niña… y esto es lo que reconforta de estos cuentos, el ver que lo que te cuentan son historias de una vida cotidiana de una niña normal y corriente. Y, digo que reconforta porque en “Antes de acostarte”, el padre de la niña se dispone a leerle un cuento antes de irse a dormir, pero cuando llega a su cuarto, hay tal desorden que deciden primero ordenar antes de leer. Cuando ya está todo en su sitio, se dan cuenta de que han perdido el libro que se disponían a leer por lo que, de nuevo, vuelven vaciar todos lo cajones y cajas de juguetes hasta que, finalmente, lo encuentran pero, para entonces, el caos se ha vuelto a apoderar de la habitación de la niña.

Y esto es: Rovira nos pinta una familia de lo más normal y cotidiana y, de paso, nos adentra ya en la normalidad de unas tareas domésticas compartidas, de una conciliación familiar que comienza con la mayor implicación de un padre. Pero lo hace de manera tan natural que nos hace pensar que, esto, es así en todas las familias y es así desde siempre. Una niña feliz, con curiosidades y juegos propios y deseables a su edad. Una niña naturalmente normal, y… esto, no es tan normal… pero todo se andará, porque los niños que lean a Bruna, así lo considerarán y con esta idea crecerán y vivirán.

“Antes de acostarte”, lo escribió e ilustró Francesc Rovira y, en 2007, lo publicó la editorial Edebé. Además, las historias de Bruna cuentan con otros títulos también publicados por esta editorial, como “¡No lo toques!”, “¡Vaya baño!” o “¡Vamos a vestirnos!”.

¡Hasta la semana que viene!

¿A qué sabe la luna?

Este mes se cumplen 20 años de la primera publicación en castellano de esta joya que ha devenido en clásico dentro de la literatura infantil. Me resistía a escribir una entrada por aquí para este álbum porque, imagino que, serán pocos los que no lo conozcan pero si, por un casual, todavía hay alguien y aprovechando su aniversario, aquí está: uno de mis cuentos para niños preferidos, como ya dije en la primera entrada que realizaba en este blog ya hace 2 años. Y sí, mira por dónde, se convierte así en una excelente y redonda celebración de mi segundo aniversario aquí, en “Ve lavándote los dientes”.

Y es que, como ya dije en su día, la primera vez que leí este cuento, me produjo una ternura difícil de describir. Y, cómo no, está ese trabajo en equipo de todos los animales que, subiéndose unos en los lomos de otros, intentan coger un trozo de luna para saber a qué sabe. Pero, como esto es sumamente obvio y yo me resisto a ver el aspecto moralizante en los cuentos infantiles, siempre he creído que lo importante en este cuento era la magia que hace que todos esos animales que, en la vida real, son enemigos y depredadores y depredados, esa noche se junten para degustar un trocito de luna. Una luna que les sabrá a aquello que más les gusta a cada uno (yo, cuando leo este cuento a los niños les digo que a mí me sabría a panquemado de Alberic, un dulce, que si bien es típico en toda mi región, en este pueblo del sur de València, lo hacen inmejorable). Una magia que, con el estómago lleno, hace que se acurruquen unos contra otros y duerman tranquilos a la luz de esa luna, ahora menguante…

¿El final?, inexplicable pero divertido: un pez tonto que no entiende qué ha pasado, no comprende para qué los animales terrestres han empleado tanto esfuerzo porque, allí, reflejada en el agua, tenían una luna más cerca.

Genial, sencillamente, genial. Aún hoy, después de tantas y tantas veces leído, no solo el cuento sino también infinidad de reseñas al respecto, sigue provocándome una sonrisa cada vez que hablo de él…

En fin, “Wie schmeckt der Mod?”, lo escribió e ilustró a la perfección Michael Grejniec ya en 1993. En 1999, la editorial Kalandraka se encargó de su traducción y su publicación aquí en España, así que, ¡felicidades! y, nunca mejor dicho, ¡enhorabuena!

¡Hasta la semana que viene!

Arrivederci, Crocodile or see you later Alligator.

Y, si la semana pasada os traía “Yo, Cocodrilo”, hoy os traigo la segunda parte de las aventuras de este singular reptil, quien, escondido entre el cortejo de Napoleón, sigue al que ya suponemos emperador, hasta Venecia. Allí, encontrará un ambiente más distendido y afable entre sus ciudadanos. Y, mientras Bonaparte sigue con sus saqueos de obras de arte, esta vez en la ciudad italiana, Cocodrilo, es invitado a formidables manjares. Y es que, es carnaval en la ciudad de los canales y Cocodrilo es confundido por una persona estupendamente disfrazada, hasta tal punto que lo invitan también al gran baile de esa noche. Y él acude… pero Napoleón también… y lo reconoce… y lo reclama… pero la muchedumbre se pone de parte de Cocodrilo y le ayudan a huir. Y esta vez se esconde en los canales, donde tendrá más libertad, entre otras cosas, para elegir sus bocados entre los que pudiera estar el mismo Napoleón, quien aparece en la última página intentando salir del canal al que ha caído y que, todo hace pensar, formará parte del primer bocado de Cocodrilo.

En 2001, Fred Marcellino, murió después de una larga enfermedad. En ese momento, estaba trabajando en “I, Crocodile” y “Arrivederci, Crocodile or see you later Alligator” y, este último lo dejó inacabado. Pero, en diciembre de 2006, se anunció que sería acabado por el ilustrador Eric Puybaret y publicado por la editorial Atheneum en septiembre de 2019. Y aquí estamos, acabando septiembre, sin haber podido esperar a su traducción al castellano pero disfrutándolo en su idioma original: os lo aconsejo.

Bien, pues, hasta la semana que viene.

Yo, Cocodrilo

No me decidía a traer este álbum por aquí porque no es que destaque por nada en concreto. Sin embargo, es un libro que he leído muchas veces y no sé muy bien por qué. Tal vez porque el protagonista es un cocodrilo, un cocodrilo que nos cuenta en primera persona cómo era su vida en Egipto antes de que los franceses llegasen a su tierra para esquilmarla de todo aquello que hoy en día podemos disfrutar, tan solo, pagando una entrada de museo. Incluso, él mismo es capturado y llevado, en un viaje demasiado largo, hasta París, hasta la fuente de unos jardines.

Su vida allí, al principio nueva y glamurosa, pronto se convierte en aburrida y denigrante cuando la ciudad empieza a olvidarse de él. Un buen día Napoleón pasea por lo jardines junto a unos invitados y una de las damas le sugiere matar al cocodrilo y cocinarlo siguiendo una receta egipcia. Decidido a saborear dicho plato, el emperador (o todavía primer cónsul, porque la historia empieza en agosto de 1799) manda sacrificarlo para la hora de la cena. Pero, Cocodrilo, logrará escapar de su jaula y refugiarse en las alcantarillas de la ciudad y, así, de paso, nos enteramos de la importancia que tuvo Napoleón en el trazado del alcantarillado parisino. Y, ¿qué comerá a partir de entonces? La respuesta aparece en las últimas páginas, cuando una de esas presuntuosas damas que debían pasear por Tullerías (se ve el palacio al fondo de la ilustración), cae por una trampilla de alcantarilla que “alguien” ha dejado abierta…

Así de histórico, divertido e irreverente resulta este cuento. Y, he aquí cómo han surgido todas las razones por las que, una y otra vez, sale de la estantería y me mueve a la risa sin saber exactamente por qué…

En fin, “I, Crocodile” lo escribió e ilustró Fred Marcellino en 1999 y un año después lo publicó en castellano la Editorial Juventud.

¡Hasta la semana que viene!

¿Todavía nada?

Ya son varios los libros que os he traído de este formidable ilustrador pero es que, lo que más me fascina de este hombre es precisamente esto: sus ilustraciones. Los textos son unas veces hermosos, otras divertidos, otras con trasfondo… Lo que tengo claro es que, si no fuera por esos personajes tan originales, seguramente hubieran pasado desapercibidos de tan sencillos que son.

En “¿Todavía nada?”, el señor Luis, compuesto por alambre, lo que parece una pieza de un engranaje de reloj como ojo y el embellecedor de algún mueble o el mango de alguna herramienta como sombrero, cava un hoyo y en él planta una semilla. A lo largo de varios días, Luis, acude a ver si ya ha crecido su planta con una actitud cada vez más impaciente. Bajo la tierra, nosotros vemos que la semilla ya ha germinado y comienza a crecer, pero Luis no lo puede ver y, día tras día, al ver que todavía no ha salido nada, le dice al pájaro que anda por allí: “Volveré mañana”. Al final, desesperado, abandonará la espera y hará mal porque, justo en ese momento, sale una flor que el pájaro arrancará para llevársela a su novia, por lo que, cuando finalmente vuelva Luis, al no ver ninguna planta, pensará que todavía no ha crecido nada…

Divertido, didáctico, decididamente encantador pero, sobre todo, extraordinario gracias, otra vez, a esas obras de arte que funcionan como ilustraciones en este álbum.

“Toujours rien”, lo ilustró y escribió Christian Voltz en 1997 y en 2003, la editorial Kalandraka lo tadujo al castellano aunque, como siempre, en esta editorial, lo podréis encontrar en los demás idiomas de la península.

Atrapados

Como bien dice su autor, “Atrapados, es un libro acerca de tratar de resolver un problema que crece tirándole cosas”. Y, sí, Floyd ve cómo la cometa con la que estaba jugando queda enganchada en las ramas de un árbol. Al principio tira de ella para intentar soltarla pero, como no puede bajarla, comienza a tirar cosas para hacerla caer (como todos hemos hecho en algún momento de nuestra vida).

Lo que comienza con el lanzamiento de un zápato, pronto se convierte en un divertido absurdo en el que el niño lanza objetos cada vez más grandes sin conseguir su propósito. Hasta un camión de bomberos que acude a ayudar, es lanzado qudando encalado también junto a un orangután, una casa, una ballena y demás despropósitos . Al final, el niño acude con un serrucho pero, contrariamente a lo que el lector espera, lo lanza también y, esta vez, sí consigue que caiga la cometa… pero solo ella… Floyd se va contento entonces a seguir jugando con su juguete recuperado pero, por la noche, cansado, se va a dormir con una rara sensación de que algo se le ha olvidado…

“Stuck”, lo escribió e ilustró Oliver Jeffers en 2011. Ese mismo año lo publicó en español el Fondo de Cultura Económica (FCE) de México y, en catalán, lo hizo Andana Editorial.

Si queréis ver el libro leído por su autor, aquí tenéis un enlace en el que lo podréis disfrutar. ¡Hasta la semana que viene!

La selva azul

Y me viene a la cabeza este otro álbum que me recuerda a aquello que se suele decir: “los árboles te impiden ver el bosque”. Un hombre que parte con su locomotora en busca de la Seva Azul de la que tanto a oído hablar. Obsesionado con su encuentro, se va perdiendo todo aquello que el viaje le va mostrando, incluso esos elefantes azules que surgen de la espesura azul y que, en su ceguera o pérdida de perspectiva, no logra ver. Tan solo el pez que le acompaña (azul, pero tampoco de esto se ha dado cuenta Edgardo) se percatará de que ya ha llegado y se quedará.

Unos dibujos en blanco y negro solo rotos por el color azul de la pecera y su habitante, que poco a poco se adentran en la Selva que cubre de azul las páginas dejando solo la locomotora de Edgardo en blanco y negro.

Genial como siempre, Comotto, escribió e ilustró este ingenuo álbum ilustrado en 2004 y, su publicación, corrió a cargo de Edicienes Ekaré.

¡Hasta la semana que viene!