Hoy os traigo un libro muy especial por varios motivos pero, el principal, es que mi padre murió hace dos semanas. Bueno, en realidad, en estos momentos, mientras escribo, hace pocos días que ya no está, pero, como suelo programar las publicaciones en este blog, decidí, por cuestiones personales, también hacerlo con esta entrada. Simplemente, hoy tengo la necesidad de escribir pero vosotros lo leeréis el día 12 de enero: hoy. Curioso juego con el tiempo y las palabras…
Y, bueno, uno de los muchos sentimientos que he podido sufrir estos días ha sido el intentar canalizar los de mis hijos de la manera que mejor he podido en medio de todo el dolor. Hace mucho tiempo leí “La Caricia de la mariposa”, de Christian Voltz, de quien ya os he hablado en otras ocasiones. Me pareció un libro hermoso, dulce, con la estética típica de este autor y aunque, en aquel momento, la muerte estaba todavía lejos de mi familia, no pude evitar comprarlo: tanta belleza y el miedo a que dejara de editarse fue lo que me decidió a llevarlo a casa, junto al resto de cuentos, a la espera de que me fuera útil. Porque, un libro así, solo se puede percibir, sentir, apreciar, entender en estos momentos y solo en estos.
Un abuelo comparte su afición por la huerta con su nieto quien, en un momento determinado, le pregunta dónde está su abuela. El abuelo, le explica que hay quien piensa que está bajo tierra, que otros dicen que está entre las nubes… pero, él sabe que no está lejos, que sigue en el jardín, ayudándole o, simplemente, estando junto a él.
La figura de la abuela es un dibujo de color azul que la convierte en invisible al lado de las composiciones tan originales y características del resto de los personajes, y aparece en todo momento junto a una mariposa de la cual solo parece darse cuenta de su presencia el niño.
Nunca había estado tan cerca de unos niños ante la pérdida de su primer ser querido como, lógicamente, lo he estado estos días de mis hijos. He podido apreciar, como los niños no perciben la muerte de igual manera a todas las edades. Yo creo que (sin poder generalizar) a los 5 o 6 años, que es la edad a la que va dirigida este cuento, el sentimiento de tristeza es mucho más liviano y, además, es intermitente. Hay súbitos momentos en que son conscientes de la pérdida, como si algo les obligase por unos instantes a tomar contacto con la realidad. Momentos efímeros o, al menos, menos duraderos que a edades posteriores. Pero sufren y, al igual que el resto, se preguntan por qué ha ocurrido y dónde está la persona querida.
En mi familia siempre hemos tenido la sensación de que nuestros muertos no andaban muy lejos. Mi madre es la que (con su infinita fortaleza) siempre se ha encargado de transmitirnos esa tranquilidad, ese recuerdo del ser querido que lo hace presente en todo momento, reconfortando el sentimiento de añoranza. Por eso, cuando este libro cayó en mis manos, me emocionó y, el otro día, lo rescaté de la estantería y se lo leí a mi hija de 6 años para que no fuera tanto su dolor en esos momentos de realidad.
“La caresse du papillon” lo escribió, como he dicho antes, el artista Christian Voltz, en 2005 y lo publicó, en castellano, Kalandraka Ediciones en 2008.
Soy consciente de lo personal que puede resultar esta entrada pero, a veces, para los adultos, escribir resulta catártico y, esta vez, me lo he permitido. Sirva, además, como homenaje a un hombre honesto, bondadoso, familiar… a mi padre…
Hasta la semana que viene…
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