Lo que no vio Caperucita Roja

Llevo varios días reflexionando (y mucho) acerca de un tema que esta última semana nos ha estado preocupando a todos (a todos y a todas. Aquí sí quisiera hacer esta puntualización, porque, sí, los hombres se han preocupado tanto como nosotras) y, las opiniones leídas aquí y allá, me han llevado a escribir esta entrada no prevista (al menos de momento).

“Lo que no vio Caperucita Roja” o “Desmontando un clásico III“. Porque, si revisamos las enseñanzas que tuvimos de niñas, es para echarse a temblar. Recuerdo una canción que me enseñaron cuando todavía estaba en párvulos y que, sin embargo, me marcó tanto que todavía la puedo recitar en su mayor parte. No os voy a aburrir con la letra que, básicamente, canta el cuento que todos conocemos, pero sí que quisiera que conocierais el final de esta canción, donde, con una variación del clásico, es el Hada de los Bosques quien salva a Caperucita y le ragaña:

“Caperucita, no te vuelvas a escapar sin permiso de mamá, porque en el bosque hay lobos que parecen caballeros de verdad.”

Da qué pensar… Quiero proteger a mi hija (¡quién no?), pero no me gustaría educarla así, con miedo hacia el hombre, con desconfianza…

Uno de los comentarios que he leído estos días y que más me ha gustado, provenía de un hombre. Venía a decir que quería que las mujeres pudieran hacer todo aquello que él, como hombre, podía hacer y que, además, lo hiciéramos sin miedo… Sí, definitivamente, eso es lo que quiero yo para mí y para mi hija.

Pero creo que, hoy más que nunca, os necesitamos a los hombres para que defendáis este pensamiento delante de quien sea; para que tengáis tolerancia 0 ante cualquier, no ya acoso, ante cualquier comentario machista o sexista que oigáis de otros hombres.

Estos días, he llegado a la conclusión de que os necesitamos para esta labor. Para acabar con esos miserables, es necesario que hombres y mujeres luchen juntos. Ante algo así no podemos hacer diferencia de voces. No podemos ir las mujeres delante y solas, deben acompañarnos y debemos dejarnos acompañar.

Por mi parte, quiero desmontar las enseñanzas del hombre como depredador, como un ser violento, depravado y enemigo de la mujer. Quiero quedarme con la voz de muchos de vosotros que habéis gritado con nosotras estos días… es muy esperanzador…

Y bien, a lo que iba, aunque prefiero otras sátiras del cuento de Caperucita Roja, no está nada mal este álbum para ir desmontando, de una vez, este clásico. En él, los distintos personajes del famoso cuento dan su punto de vista acerca de la historia explicando, así, lo que realmente ocurrió.

Mar Ferrero escribió e ilustró “Lo que nunca vio Caperucita Roja” en 2013 y, este mismo año, la Editorial Edelvives lo publicó, aunque, posteriormente, ha habido más reediciones.

Y, no dejéis de ver, si no lo habéis hecho ya, “La increíble ¡pero cierta! historia de Caperucita Roja”, una película animada de Blue Yonder Films muy, muy recomendable para desmontar este clásico. ¡Hasta la semana que viene!

El comelibros

El señor B. come todos los libros que tiene a su alcance sin hacer distinciones  entre autores o temas. Pero el problema lo tiene cuando sus camisas aparecen manchadas de letras. E intenta limpiarlas pero, cuando las tiende, las letras salen volando por encima de toda la ciudad para colarse, muchas de ellas, en la librería donde compra sus libros el último jueves de cada mes creando, así, un círculo difícil de romper.

Un auténtico devorador de libros. Una metáfora perfecta para recordar aquí, en “Ve lavándote los dientes”, el Día Internacional del Libro que, como bien sabéis, se celebró el pasado lunes, día 23.

Y resultan tiernas las ilustraciones en las que las letras vuelan y van cayendo sobre los tejados de la ciudad… invita a pensar en una democratización de la lectura… ¡bello pensamiento!

En fin, “El comelibros” lo escribió e ilustró el gran Agustín Comotto (tengo que traeros más cosas de este autor) en 2006 y, ese mismo año, lo publicó Ediciones del Eclipse. ¡Hasta la semana que viene!

El elefante ha ocupado la catedral

Hoy os traigo algo diferente dentro de lo que es el álbum ilustrado: “El elefante ha ocupado la catedral”, una obra de teatro para niños. Y no es que sea un cuento que se podría adaptar al teatro, es que es una obra de teatro para niños que se ha llevado al papel como cualquier obra pero teniendo en cuenta que los lectores van a ser niños.

Al principio los personajes se presentan (y son muchos) con dibujos en las dos primeras páginas. A continuación la obra: cinco escenas en las que, dos de los personajes, el fontanero y su aprendiza, se introducen en la trompa de un elefante que se ha metido en el interior de la catedral gótica de la ciudad. Y lo hacen con el fin de descubrir cómo ha conseguido el animal meterse ahí y, por supuesto, hacerlo salir, porque, como dice la alcaldesa, se trata de una emergencia porque al amanecer llegan unos turistas noruegos y todo tiene que estar perfecto para ellos. A lo lago del camino hacia el interior de la catedral (y, por tanto, al interior de elefante) se irán encontrando con diferentes personajes como los monaguillos, el sacristán, un cardenal, la organista… en fin, una divertida historia en forma de función ideal para que los niños descubran el teatro leído. ¡Genial!

Además, al estar escrita por un dramaturgo, la estructura de la narración es perfecta: las escenas están llenas de acotaciones y lo que es mejor: al final de la obra, aparecen hasta las partituras de las canciones que deben sonar en cada escena, obras de Pedro Sarmiento… de nuevo, ¡genial!, lo dicho: una obra de teatro donde la editorial ha tenido en cuenta que sus lectores eran niños y ha decidido hacer un álbum ilustrado de ella.

“El elefante ha ocupado la catedral” la escribió Juan Mayorga, el sillón “M” en la Real Academia Española desde el 12 de abril de este año 2018. Lo ilustró Daniel Galán y fue publicado por la editorial Veintisiete Letras en 2012. En Bétera, en la biblioteca, lo podéis encontrar y, desde luego, os la recomiendo. Hasta la semana que viene…

Los tres lobitos y el Cochino feroz

O, como ya inicié en su día: “Desmontando un clásico II”. Esta vez, y de una manera directa y sin titubeos, el propio título ya explicita a qué cuento va a dar la vuelta.

Todos conocemos el clásico, presente en nuestras vidas, de “Los tres cerditos“. Cerdos con miedo al lobo, miedo en sus vidas, protegiéndose, preparándose para el ataque del lobo. Un mensaje de “más vale que no te fíes y que te protejas porque el día más inesperado pueden atacarte hasta en tu propia casa”. Esto sí que es terror…

Y, bueno, no es cuestión de ser imprudentes, pero creo que tampoco podemos vivir continuamente con miedo en cada paso que damos en nuestra vida. Y de eso trata el cuento que os traigo hoy. Tres lobitos salen al mundo exterior a recorrer el mundo animados por su madre. Una vez fuera, construyen su vivienda con ladrillos y, nada, comienzan a disfrutar de su independencia jugando al cróquet en el jardín. En ese momento, llega el Cochino feroz y tira la casa abajo soplando y soplando… Así que los lobitos deciden construir una casa más resistente. Y es aquí cuando empieza una sátira llevada a una extrema exageración en la que los lobitos, al final, construyen su vivienda con “barras de hierro, placas blindadas, mucho alambre, pesados candados, plexiglás y unas cadenas de acero reforzado”, todo donado por un rinoceronte “generoso y de buen corazón”. Y, aún así, el Cochino feroz tira la casa abajo dinamitándola.

Los lobitos desesperados ya no saben qué hacer hasta que, al final, rendidos, deciden construir una casa de flores que se mece con el aire de lo frágil que es. Cuando el Cochino feroz aparece, pretende tirarla abajo soplando pero, cuando inspira para tomar aire, inhala el perfume de todas las flores y… el aroma le relaja el alma… se convierte en un cerdo bonachón y se queda a vivir con los lobitos…

Lo dicho, la antítesis del clásico y una idea de calma y confianza en los demás. “The Three Little Wolves and the Big Bad Pig”, lo escribió Eugene Trivizas y lo ilustró Helen Oxenbury en 1993. En 1994, lo tradujo al castellano y al catalán Ediciones Ekaré.

No es bueno educar en el miedo, y menos en este mundo en el que vivimos, que los ánimos ya están bastante crispados y el miedo es la pólvora que alimenta la explosión. Hasta la semana que viene.

Por qué vivimos en las afueras de la ciudad

Otra belleza. Y también de la mano de Jutta Bauer quien, esta vez, pone las ilustraciones. En las páginas de la izquierda, a lápiz, una familia que se traslada. En cada capítulo un hogar diferente. En las páginas de la derecha, a color, la situación vivida por la familia en el lugar que han decidido vivir: un autobús, un bosque, la azotea de una iglesia, el violín de la tía, un hotel, la Luna, un cine, el sombrero del tío… Una situación surrealista que sirve al autor para ir contándonos, de manera desapercibida, la vida interior de una familia, con sus nostalgias, sus necesidades, sus enfados, sus peleas, sus deseos, la muerte de uno de sus miembros… Magnífico poema en prosa de la vida misma en una familia.

Posiblemente difícil de seguir en su totalidad por un niño. Creo que es uno de esos álbumes tan bellos que solo se puede apreciar completamente por un adulto pero, aún así, el absurdo del texto y las magníficas ilustraciones, mantienen perfectamente la atención de los pequeños.

Un libro altamente recomendado. “Warum wir vor der Stadt wohnen” lo escribió Peter Stamm y lo ilustró Jutta Bauer en 2005. Ya en 2008, lo tradujo y publicó “Tàndem edicions” así que, además de en castellano, lo podréis encontrar, también, en valenciano y, mis paisanos, en la biblioteca municipal de Bétera.

Hasta la semana que viene.

Selma

La primera vez que leí este álbum me quedé impresionada de su tamaño tan pequeño y de su enorme contenido. ¿Qué es la felicidad?, se pregunta un lobo frente a una copa de vino, se supone que, en una barra de bar. Y así, de esta forma tan cómica, empieza “Selma”, de Jutta Bauer.

Y es el Gran Carnero quien responde al lobo contándole la historia de Selma, una oveja que nos habla de la cotidianidad de la felicidad, no por la frecuencia con la que se muestra sino porque es en lo cotidiano donde la encontramos. Y no nos dejemos arrastrar por la idea de que esto no es felicidad sino conformismo. Arranquemos ya de nuestro ideario una felicidad inculcada por el mercado, por los medios sociales en los que no nos está permitido fracasar o mostrar el fracaso. ¿Qué vida esta? Si la felicidad fuera los que nos muestra la publicidad o Instagram, estaríamos bien jodidos (y perdonad la expresión) porque tan solo una minúscula minoría podría disfrutar de ella (y tampoco tengo muy claro que lo hiciera).

La felicidad en el día a día, en una comida, en un momento compartido con los hijos, en un paseo o una carrera, en una charla con una amiga… Y el saber que mañana también podrás hacerlo. Y ya está. ¿No es suficiente? Saber que puedes vivir, que puedes hacerlo junto a los tuyos… Y cuando llegas a este estadio te asombras de las cosas que te rodean, te percatas, notas situaciones, vivencias que antes te pasaban desapercibidas y ésto es la felicidad.

¡Gente!, bastante mal está la vida para no saber apreciar lo que tenemos. Aprendamos a decir ¡basta! a este mundo surrealista en el que día a día nos obligan a adentrarnos impidiéndonos emerger para ver que, la realidad, es bien diferente y que, aún así, vale la pena, y mucho. ¡Despertemos!

“Selma” lo escribió e ilustró Jutta Bauer en 1997 y lo publicó en 2008, en castellano, la editorial “Los cuatro azules“. Una buena enseñanza para un niño, ¿no creéis?

Hasta la semana que viene.

Frank. La increíble historia de una dictadura olvidada.

Estoy plenamente convencida de que La Revolución, sí, La Revolución con mayúsculas, esa que hará del ser humano un ser noble; un ser que no cometa la locura y la torpeza de acabar con el planeta que lo mantiene con vida; un ser que no acepte ninguna discriminación, de la índole que sea. Un ser que no permita la muerte porque sí, por hambre, o por la guerra… esa Revolución comenzará en las aulas de infantil.

Porque, únicamente haciendo entender a un niño, haciendo que interioricen como el aire que respiran que hay una injusticia en una mujer discriminada por su condición de mujer, o en un homosexual repudiado, insultado (sea hombre o mujer) por su inclinación sexual. O la injusticia en un pueblo reprimido, o en el abuso de poder, o en la polarización económica… Únicamente haciendo entender esto a los niños, lograremos que crezcan como personas en el equilibrio, en el criterio, en la igualdad, en la empatía…

Pero claro, ¿cómo podemos explicar a un escolar una dictadura, por ejemplo? ¿Cómo podríamos hacer entender a un niño los crímenes del franquismo? Porque es necesario hablar de esto con ellos, es importante que sepan que, aquí, en España, hubo hace 40 años una dictadura, que esta dictadura fue muy cruenta y que, aún hoy, hay gente que busca a sus familiares. Que sí, que son familiares algo (no mucho, no vayamos a pensar) lejanos pero que, su desaparición sin más explicaciones, condicionó la vida de una familia más allá del paso de los años, más allá del paso de las generaciones, convirtiéndose en un fantasma que deben encontrar para poder cerrar los ojos, respirar hondo y poder descansar… ¿tan difícil es de entender esto por un adulto?

¿Cómo le explicamos esto aun niño?…

Y, es importante que lo entiendan por lo mismo de siempre, porque sin conocer nuestra historia, nuestros errores, corremos el riesgo de volver a cometerlos y esto no lo podemos permitir, más que nada porque serán nuestros hijos quienes lo sufran.

“Frank. La increíble historia de una dictadura olvidada”, de Ximo Abadía, es una ayuda para explicárselo. Una increíble historia que publicó en enero de 2018 la editorial Dibbuks.

En fin, creo que también hay que hablarles de esto. Que ocurrió en nuestro hogar y no nos podemos permitir hacer un tabú de algo así… Hasta la semana que viene…

Memorias de una gallina

Y siguiendo con este tipo de libros infantiles que hablan sobre una fémina, hoy, un libro para niños algo mayores, “Memorias de una gallina”.  Una gallina que decide su propio nombre, Carolina. Que entiende que el mundo no es solo poner huevos: que, si hay que pagar a la granjera  por la casa y la comida, con sólo tres huevos a la semana es suficiente. Que ella quiere cantar, charlar, tener amigos…  y, si pone tres huevos, dos, o incluso uno al día, ya no le quedará tiempo para todo esto.

Una gallina que no soporta las injusticias, que ayuda a su hemano a huir del gallinero para que la granjera no lo eche en la cazuela, que ayuda a las gallinas débiles a defender su ración de comida ante los picotazos y empujones de las gallinas fuertes y elegantes.

Una gallina que no cae rendida ante los encantos del gallo Marqués pero que, cuando el resto de gallinas lo castigan porque descubren sus mentiras, lo cuida y no se ensaña con él. Incluso cuando todo parece indicar que, al final, Carolina se va a casar con este gallo majestuoso, lo rechaza porque ella es capaz de cuidar de sí misma, de buscar sus propios granos de maiz y, sobre todo, es capaz de despertarse sola sin la necesidad del canto del gallo. Será ella quien, delicadamente, despertará al gallinero para demostrar que ellas también pueden cantar.

Me cae bien: una gallina que, sin acritud, sin venganza, va cambiando el mundo. Sin conformismo pero sin revoluciones violentas, con un modo de ver la vida ajustado, real, sin utopías pero justo, sobre todo justo.

“Memorias de una gallina” lo escribió Concha López Narváez en 1989 y lo encontraréis publicado por la editorial Anaya en su colección El Duende Verde. En Bétera, lo podéis encontrar en nuestra biblioteca. Os lo recomiendo, de verdad.

Hasta la semana que viene.

Sueños de lana

Ayer fue el Día Internacional de la Mujer. Y, yo no me considero una mujer feminista en el sentido actual de la palabra, no acabo de entender lo de “ellos y ellas”, o el deseo de prevalecer de algunas mujeres por encima del hombre… Soy más de una igualdad, de coexistir en este mundo que, inevitable y afortunadamente, tenemos que compartir … y, por esto, mé manifesté ayer.

No obstante todo esto, siempre he percibido un modo femenino de ver el mundo que no aprecio tanto en los hombres (bueno, ni en todas las mujeres, tampoco puedo generalizar). Novelas como “Orlando”, de Virginia Woolf; “El festín de Babette”, de Isak Dinesen; “Un puente de libros infantiles” de Jella Lepman o, evidentemente, guardando las distancias, el cuento que os traigo hoy, podrían explicar esta percepción de dureza, fortaleza, anhelos, arquitectura de tu propia vida en torno a los seres queridos, desconcierto ante la violencia… Sé que si algún hombre me lee podrá molestarse: no lo hagas, de verdad, es una pincelada en algunas mujeres que, me sorprende, no nos hace ni mejores ni peores, simplemente, me sorprende.

“Sueños de lana”, de Mercè Sendino. Un homenaje en forma de verso a la mujer. Unos personajes femeninos que tejen su vida o sus deseos con lana, conforman los sueños de Susana, cuyos padres tienen una fábrica de lana. Y no hay nada más. De hecho, cuando leo algunas notas acerca de este libro, nunca le encuentran tanto sentido, únicamente unos versos infantiles y ya. A lo mejor soy yo quien ve algo más… quizá tendríamos que preguntar a su autora, pero, en cualquier caso, no cambiaría mi precepción. Es un libro escrito e ilustrado por una mujer y yo me he sentido muy cerca de él.

“Sueños de lana” lo escribió Mercé Sendino en 2008 y fue publicado por Brosquil Ediciones.

Y, bueno, el cuento perfecto para una mujer fuerte y que siempre me sorprende, como estas mujeres de las que os he hablado hoy, y que cumplió años el pasado domingo: mi madre…

Hasta la semana que viene.

El oficial Correa y Gloria

Hoy toca que os hable de un álbum práctico. Práctico en el sentido de que es simple, sencillo para que lo entiendan los niños. No hay una doble lectura de la que deban extraer conclusiones. El oficial Correa es un hombre que acude a los colegios de Napville enseñando a los niños reglas de seguridad. Así de simple. Eso sí, en un determinado momento, comienza a acompañarle una perra policía, Gloria, quien dará un toque diferente y divertido a las charlas que imparte el oficial por los centros y, este hecho actuará como hilo conductor para la historia que sirve, simplemente, para que los niños sepan qué no deben hacer por motivos de seguridad.

Y, la verdad, es que resulta práctico tener de vez en cuando libros así por casa, no sea cosa que tu hijo haga caso omiso a tus consejos (ja!) de no ponerse algo punzante en el oído, o de no tocar los medicamentos de otra persona, o de asegurarse de la profundidad del agua antes de zambullirse… En fin, siempre les puedes hacer la pregunta de ¿qué dice el oficial Correa cuando tienes que cruzar la calle? y como si de su héroe se tratara, miran a uno y a otro lado de la calle… ¡me encanta! ¡qué inocencia!

“Officer Buckle and Gloria” lo escribió e ilustró Peggy Rathmann en 1995 y lo publicó en español, en 2012, la editorial venezolana Ekaré. Lo que me gusta de esta autora, sobre todo, son las ilustraciones que, aunque no son ni muy originales ni muy estéticas, sin embargo, son divertidas de escrutar. En cada página hay pequeños detalles dibujados minuciosamente que puden pasar desapercibidos en un primer momento: un personaje que puedes seguir por toda la historia o algún guiño de la autora hacia el lector. En otro álbum de Rathmann, en “Faltan 10 minutos para dormir”, hay un momento en el que el niño está leyendo el mismo libro que está leyendo el lector en ese momento, o sea, “Faltan 10 minutos para dormir”. Y en otra página, al fondo de la ilustración, aparecen los personajes de otro libro suyo, “Buenas noches, Gorila”, en el momento en el que los animales salen del zoológico. Es decir, una escena de un libro se cuela como fondo en el segundo. Es muy entretenido, tanto que, a veces, cuando los releo, me pierdo mirando cada uno de los ricones de la imagen a ver si decubro algo más…

En fin, ya os hablaré de esos libros más adelante pero, hasta entonces, hasta la semana que viene.