Ya llevaba mucho tiempo queriendo escribir sobre literatura infantil. Y es que, no solo me gusta leer a mis hijos, es que disfruto enormemente cada vez que elijo un cuento para comprarme, o cada vez que tengo unos minutos para pasar por la biblioteca y descubrir, en la sección infantil, algún título nuevo. Y esto tenía que compartirlo…
Me propongo cada semana enseñaros una de estas joyas, y voy a empezar con “El pato y la muerte”, de Wolf Erlbruch. En algunas ocasiones, cuando he leído un cuento infantil, he sentido una ternura difícil de describir. Me pasó en su día cuando leí por primera vez “A qué sabe la luna”, o “Frederick”, del que en otra ocasión os hablaré. Con “El pato y la muerte”, ya hacía mucho tiempo que no tenía esta sensación y, al leerlo, supe que era el momento de empezar con el blog…
Las ilustraciones, aunque muy sencillas, no dejan de ser hermosas. La muerte aparece como un esqueleto amigable e, incluso, simpático que acompaña a un pato en sus últimos días de vida. Entre los dos se crea una amistad en la que el pato cuida de la muerte y le va enseñando el lugar donde ha vivido y añorará el día que desaparezca. La muerte, por su parte, se limita a descubrir ese mundo y a contestar aquellas preguntas que, lógicamente, el pato le va haciendo.
Erlbruch consigue tratar un tema tan delicado y, en tantas ocasiones, tabú, con una naturalidad y ternura que hace que los niños puedan leer un cuento relacionado con la muerte sin miedos y sin absurdas explicaciones a algo que todos desconocemos: la muerte “es”, independientemente de todo aquello que siempre hemos escuchado del cielo, el infierno y de más, y esta es la única certeza a la que debemos acercar a los niños. Sin miedos, sin confusiones e intentando hacer más pequeñito el sufrimiento que, inevitablemente, tendrán el día que se enfrenten a ella por primera vez.
Un cuento hermoso que recomiendo en su totalidad y que podéis encontrar publicado por la editorial Barbara Fiore Editora (2007). Mis paisanos, además, lo podéis encontrar en la biblioteca municipal de Bétera.
Y, en fin, aquí queda, pues, mi primera sugerencia pero, hay muchas más y, poco a poco, os las iré contando… Hasta la próxima semana.
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