Esto lo he visto en los dos sentidos. Es decir: ese menosprecio, subestimar a la pareja, maltratarla con el fin de destacar. Achantar, reírse del otro para demostrar que tú eres más… ¡pobre!, menos mal que me tienes contigo porque, si no, qué sería de ti… Cada vez que veo este comportamiento, insisto, de uno y del otro lado, me da vergüenza ajena. Una persona capaz de comportarse así con la persona que (dice) más quiere, solo demuestra una inseguridad cubierta de mezquindad, egolatría, deslealtad… vaya, que despierta en mí lo mejor…
Y, sí, he visto a hombres tratando así a sus mujeres, pero también he visto a mujeres ridiculizando a sus hombres y me ha dado igualmente rabia y vergüenza. Pero, claro, es más dramático cuando una de estas personas a las que les cuentan estas patrañas, se queda en casa convencida de que no sirven para nada, que todo lo hace mal, que no es capaz de valerse por sí misma. Y tienen miedo, y se lo creen, y se sienten al principio agradecidas por tener a alguien que les cuide, pero al final entristecen, y no saben por qué… si lo tienen todo… Y, sí, generalmente, estas personas son mujeres, y no hombres…
Clementina, al final, despierta; deja de escuchar a Arturo; le pesa tanto la casa que, literalmente, lleva a cuestas que decide irse a ver mundo para poder tocar su flauta y poder pintar sus cuadros.
Tremendo y valiente este álbum para niños de los años 70 del siglo pasado en el que animaba a las lectoras a creer en sí mismas y a ser valientes para abandonar al hombre que no las dejara crecer. ¡Bravo!
“Arturo e Clementina” lo escribió Adela Turín y lo ilustró Nella Bosnia en 1976. El año pasado, en 2018, la editorial Kalandraka lo reeditó para seguir inspirando, que todavía hoy hace falta…
En fin, hasta la semana que viene…