“Frederick” (1963), o lo que voy a llamar “Desmontando un clásico I”. Y es que, no sé a vosotros, pero a mí me fastidian y me han fastidiado mucho a lo largo de mi vida los cuentos clásicos como “Caperucita Roja”, “Los tres cerditos” o, el caso que me ocupa hoy, “La cigarra y la hormiga”.
Una fábula atribuída a Esopo y recreada por Jean de La Fontaine y Félix María Samaniego. En ella (ya la conocemos todos) una cigarra, con la llegada del invierno, le pide alimento a una hormiga, quien se lo niega:
(…)
¿Qué hacías durante el verano?
le preguntó a la pedigüeña.
-Día y noche a quien me encontraba,
le cantaba, no te disgustes.
-¿Le cantabas? Me alegro.
¡Pues bien, baila ahora!
Y, sí, tenemos todos en mente a esa cigarra que todos dibujan con un violín y que dedica su vida a cantar y tocar para los demás. Así que, la música, la poesía, las artes son propias de los holgazanes…
Y lo sorprendente y preocupante es que estos cuentos se siguen leyendo a los niños hoy en día como ejemplo moralizante. Lo que no nos cuentan estos cuentos es lo triste, lo aburrida y monótona que resultaría la vida sin el arte, sin la música…
Leo Lionni rompe con todos aquellos prejuicios y nos explica, nos cuenta lo necesarias que son en el mundo estas personas que se dedican a crear. En “Frederick”, una familia de ratones aparece recogiendo y almacenando comida para el invierno y, en esta tarea, participan todos menos Frederick.
Frederick recoge rayos de sol, colores, palabras… y todo esto lo recoge bajo la incomprensión y los prejuicios del resto de los ratones. Cuando llega el invierno, poco a poco, van consumiendo todas las provisiones hasta quedarse sin nada qué comer ni nada con qué calentarse. Es entonces cuando Frederick, con todos los colores, palabras y rayos de sol recolectados, comienza a hablar consiguiendo que los ratones entren en calor y sientan bienestar y felicidad reconociendo, así, la importante labor de Frederick, el poeta.
Ya comenté en mi primera entrada de este blog lo que había significado este libro para mí y, ahora, ya entendéis por qué. Uno de esos cuentos que resulta rompedor y, de una manera inexplicable, esperanzador. Cómo no, a estos magníficos textos, los acompañan las características ilustraciones de Leo Lionni: sencillas pero hermosas.”Frederick” lo encontraréis publicado por la editorial “Kalandraka” (2006).
¡Hasta la semana que viene!
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