¿Todavía nada?

Ya son varios los libros que os he traído de este formidable ilustrador pero es que, lo que más me fascina de este hombre es precisamente esto: sus ilustraciones. Los textos son unas veces hermosos, otras divertidos, otras con trasfondo… Lo que tengo claro es que, si no fuera por esos personajes tan originales, seguramente hubieran pasado desapercibidos de tan sencillos que son.

En “¿Todavía nada?”, el señor Luis, compuesto por alambre, lo que parece una pieza de un engranaje de reloj como ojo y el embellecedor de algún mueble o el mango de alguna herramienta como sombrero, cava un hoyo y en él planta una semilla. A lo largo de varios días, Luis, acude a ver si ya ha crecido su planta con una actitud cada vez más impaciente. Bajo la tierra, nosotros vemos que la semilla ya ha germinado y comienza a crecer, pero Luis no lo puede ver y, día tras día, al ver que todavía no ha salido nada, le dice al pájaro que anda por allí: “Volveré mañana”. Al final, desesperado, abandonará la espera y hará mal porque, justo en ese momento, sale una flor que el pájaro arrancará para llevársela a su novia, por lo que, cuando finalmente vuelva Luis, al no ver ninguna planta, pensará que todavía no ha crecido nada…

Divertido, didáctico, decididamente encantador pero, sobre todo, extraordinario gracias, otra vez, a esas obras de arte que funcionan como ilustraciones en este álbum.

“Toujours rien”, lo ilustró y escribió Christian Voltz en 1997 y en 2003, la editorial Kalandraka lo tadujo al castellano aunque, como siempre, en esta editorial, lo podréis encontrar en los demás idiomas de la península.

¡Yo no he sido!

Esto viene a ser como la famosa frase falsamente atribuida a Albert Einstein: aquello de que si las abejas desaparecieran, al hombre le quedarían cuatro años en la Tierra.

Claro que, si bien es cierto que no hay que atribuirles todo el mérito de la polinización a estos insectos, también es verdad que es necesario reflexionar acerca de qué pasaría si esta especie desapareciera. No sería muy beneficioso para nosotros…

Esto es lo que plantea Voltz de manera sencilla para que los niños lo entiendan… y bueno, también para que lo entienda algún que otro adulto de ideas más cerriles. Una granjera que va a ordeñar a su vaca, se encuentra por el camino una araña. Horrorizada, la aplasta con el pie y, definitivamente, la mata. En ese mismo momento, la vaca, asustada por algo, le propina una cornada a su dueña quien, sumamente enfadada, comienza a preguntar a cada uno de los animales de la granja por qué han hecho eso, dado que éstos comienzan a exculparse y a culpabilizarse entre ellos. Poco a poco, la pregunta la irá realizando a uno y a otro para tratar de esclarecer la responsabilidad última hasta que, por fin, se encuentra con el mosquito. Y el mosquito le responde que, como ya no hay arañas que le coman, puede picar a sus anchas. Es decir, la picadura del mosquito es lo que ha desencadenado una serie de reacciones entre los animales que acaban en la cornada de la vaca.

Bueno, explicado así parece un poco lioso pero os aseguro que es un álbum de lo más divertido e instructivo. Como siempre, las ilustraciones de Voltz, a base de composiciones con objetos de lo más variopinto, son del todo originales y estéticas; además, siempre es entretenido eso, mirar cómo y con qué ha construido a este u otro personaje.

“C’est pas ma faute!” lo escribió Christian Voltz, de quien he hablado ya alguna vez por aquí (es uno de mis preferidos). En 2001 se publicó en Francia y, al castellano, se encargó de traducirlo en 2003 la editorial Kalandraka.

En fin, ¡hasta la semana que viene!

 

La caricia de la mariposa

Hoy os traigo un libro muy especial por varios motivos pero, el principal, es que mi padre murió hace dos semanas. Bueno, en realidad, en estos momentos, mientras escribo, hace pocos días que ya no está, pero, como suelo programar las publicaciones en este blog, decidí, por cuestiones personales, también hacerlo con esta entrada. Simplemente, hoy tengo la necesidad de escribir pero vosotros lo leeréis el día 12 de enero: hoy. Curioso juego con el tiempo y las palabras…

Y, bueno, uno de los muchos sentimientos que he podido sufrir estos días ha sido el intentar canalizar los de mis hijos de la manera que mejor he podido en medio de todo el dolor. Hace mucho tiempo leí “La Caricia de la mariposa”, de Christian Voltz, de quien ya os he hablado en otras ocasiones. Me pareció un libro hermoso, dulce, con la estética típica de este autor y aunque, en aquel momento, la muerte estaba todavía lejos de mi familia, no pude evitar comprarlo: tanta belleza y el miedo a que dejara de editarse fue lo que me decidió a llevarlo a casa, junto al resto de cuentos, a la espera de que me fuera útil. Porque, un libro así, solo se puede percibir, sentir, apreciar, entender en estos momentos y solo en estos.

Un abuelo comparte su afición por la huerta con su nieto quien, en un momento determinado, le pregunta dónde está su abuela. El abuelo, le explica que hay quien piensa que está bajo tierra, que otros dicen que está entre las nubes… pero, él sabe que no está lejos, que sigue en el jardín, ayudándole o, simplemente, estando junto a él.

La figura de la abuela es un dibujo de color azul que la convierte en invisible al lado de las composiciones tan originales y características del resto de los personajes, y aparece en todo momento junto a una mariposa de la cual solo parece darse cuenta de su presencia el niño.

Nunca había estado tan cerca de unos niños ante la pérdida de su primer ser querido como, lógicamente, lo he estado estos días de mis hijos. He podido apreciar, como los niños no perciben la muerte de igual manera a todas las edades. Yo creo que (sin poder generalizar) a los 5 o 6 años, que es la edad a la que va dirigida este cuento, el sentimiento de tristeza es mucho más liviano y, además, es intermitente. Hay súbitos momentos en que son conscientes de la pérdida, como si algo les obligase por unos instantes a tomar contacto con la realidad. Momentos efímeros o, al menos, menos duraderos que a edades posteriores. Pero sufren y, al igual que el resto, se preguntan por qué ha ocurrido y dónde está la persona querida.

En mi familia siempre hemos tenido la sensación de que nuestros muertos no andaban muy lejos. Mi madre es la que (con su infinita fortaleza) siempre se ha encargado de transmitirnos esa tranquilidad, ese recuerdo del ser querido que lo hace presente en todo momento, reconfortando el sentimiento de añoranza. Por eso, cuando este libro cayó en mis manos, me emocionó y, el otro día, lo rescaté de la estantería y se lo leí a mi hija de 6 años para que no fuera tanto su dolor en esos momentos de realidad.

“La caresse du papillon” lo escribió, como he dicho antes, el artista Christian Voltz, en 2005 y lo publicó, en castellano, Kalandraka Ediciones en 2008.

Soy consciente de lo personal que puede resultar esta entrada pero, a veces, para los adultos, escribir resulta catártico y, esta vez, me lo he permitido. Sirva, además, como homenaje a un hombre honesto, bondadoso, familiar… a mi padre…

Hasta la semana que viene…

Como cada mañana

Hoy os voy a hablar de uno de esos libros infantiles que, más que un cuento, es una obra de arte. De hecho, si visitáis la página web de Christian Voltz, os daréis cuenta de qué os hablo. Entre su trabajo encontramos cerámica, dibujos y, afortunadamente, libros infantiles. Y digo “afortunadamente” porque es una delicia hojear sus álbumes descubriendo cómo y qué ha utilizado para crear cada uno de sus personajes. Su trabajo es a base de alambres a los que da forma y objetos reciclados a los que les da una función especial en el contexto de la ilustración.

El descubrir las imágenes en las páginas de sus libros supone un gran entretenimiento ya de por sí, pero es que, además, los textos, aunque muy sencillos, están cargados de connotaciones, como es el caso del libro que os traigo hoy.  “Como cada mañana” (1998) nos cuenta la vida monótona y aburrida del Señor Leoncio quien ve como todo se le viene abajo el día en que, por error, se pone una corbata amarilla en vez de gris para irse a trabajar… Y es que, a veces, minúsculos cambios en nuestra vida (voluntarios o no) pueden hacer nuestro día a día mucho más emocionante y, al final, en esto consiste la felicidad, ¿no?.

“Como cada mañana”, fue publicado en 2004 por la editorial Kalandraka. Y, bueno, que tengáis una semana repleta de minúsculos cambios en vuestra vida… Hasta la semana que viene.